miércoles, 5 de noviembre de 2008
2. Diario de Campo Resumido
Es claro que hacer un recorrido por éstos ríos es algo inusitado, son feos, contaminados, inseguros, sin interés aparente; pero a la luz de realizar una muy particular fantasía, tomar el camino y empezar a fotografiar, las cosas cambian, se enriquecen, quizá se hacen más extrañas, más feas, más inseguras, pero a la vez, más interesantes, más seductoras, más inesperadas.
Inicialmente se pensaba en varios recorridos que permitieran un trabajo de campo medianamente extenso y bien documentado; pero una cosa es lo que se piensa, y otra muy distinta lo que las circunstancias permiten hacer; al fin de cuentas, el trabajo de campo fue realmente un par de largas y extenuantes caminatas, de las cuales, la segunda fue prácticamente una repetición de la primera, digamos que por asuntos logísticos, o mejor, por imprudencia.
Luego de recorrer durante cuatro horas los ríos La Esmeralda, Salitre y Ríonegro, tras miradas suspicaces de la gente y luego de cruzarme con uno que otro habitante o visitante de sus márgenes, llegué a la Escuela Militar, donde se unieron mi imprudencia de tomar fotos en sus inmediaciones, la falta de educación de dos policías, y la entendible paranoia de dos militares.
Estuve detenido por un par de horas gracias a las fotos que tenían como protagonistas a unos ríos agonizantes y parajes extraños para el ojo desprevenido; un interrogatorio alrevesado y enredador, una requisa exhaustiva y al final, por no muy amable petición de la policía, borrar todas las fotos de la cámara, incluido el trabajo del día y fotos de un paseo familiar que nada tenían que ver con el asunto.
Inicialmente se pensaba en varios recorridos que permitieran un trabajo de campo medianamente extenso y bien documentado; pero una cosa es lo que se piensa, y otra muy distinta lo que las circunstancias permiten hacer; al fin de cuentas, el trabajo de campo fue realmente un par de largas y extenuantes caminatas, de las cuales, la segunda fue prácticamente una repetición de la primera, digamos que por asuntos logísticos, o mejor, por imprudencia.
Luego de recorrer durante cuatro horas los ríos La Esmeralda, Salitre y Ríonegro, tras miradas suspicaces de la gente y luego de cruzarme con uno que otro habitante o visitante de sus márgenes, llegué a la Escuela Militar, donde se unieron mi imprudencia de tomar fotos en sus inmediaciones, la falta de educación de dos policías, y la entendible paranoia de dos militares.
Estuve detenido por un par de horas gracias a las fotos que tenían como protagonistas a unos ríos agonizantes y parajes extraños para el ojo desprevenido; un interrogatorio alrevesado y enredador, una requisa exhaustiva y al final, por no muy amable petición de la policía, borrar todas las fotos de la cámara, incluido el trabajo del día y fotos de un paseo familiar que nada tenían que ver con el asunto.
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